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Página 4 del número 166, de marzo de 2010

3-4 editorial 45 17/2/10 18:55 Página 2 opinión cionarios, y punto. Como me comentaba un experto sobre este tema, lo raro es que con estas lecturas los niños, después de clase, no vayan en hordas revolucionarias a quemar empresas. En nuestra comunidad autónoma, diferentes asociaciones empresariales, como Cecale y Empresa Familiar de Castilla y León, han insistido a la Junta en la necesidad de inculcar el espíritu empresarial en el sistema educativo. De momento, hay tres consejerías que están trabajando en este campo, como Educación, con el programa Vitamina E, Educar para Emprender en Castilla y León, cuyo objetivo es la difusión del espíritu emprendedor en los alumnos desde los ciclos de Primaria hasta Bachillerato y establecer un sistema de actuación a nivel regional en el entorno educativo idóneo para el fomento de este tipo de actitudes; Familia, que tiene firmado un convenio con la patronal para ofrecer un servicio de asesoramiento en materia de autoempleo dirigido a los jóvenes; y Economía y Empleo, que en la nueva Estrategia Regional de Creación de Empresas contempla acciones para la formación de docentes en aspectos de creatividad empresarial. Mientras que otros pierden el tiempo en arrinconar de sus planes de estudio a la segunda lengua más universal del mundo, nosotros deberíamos centrarnos en que los estudiantes pierdan el miedo al riesgo, a labrarse un futuro dependiendo de uno mismo sin el paraguas del Estado, a crear una empresa. A nuestros jóvenes nunca se les pasará por la cabeza convertirse en emprendedores si a éstos se les describe como explotadores sin escrúpulos que se mueven en la delgada línea roja de la legalidad. Otra cosa es que se diga que un empresario ?es lo más parecido, socialmente, a un inventor o a los grandes descubridores de la ciencia: ponen en marcha cosas que impulsan cambios y novedades, con la diferencia que el empresario no crea cosas abstractas, sino que crea instituciones para la sociedad?, como apunta la citada Asociación Madrileña de la Empresa Familiar. La denostada imagen del emprendedor está siendo muy bien utilizada por el Gobierno y los sindicatos en la actual crisis para desviar la atención y poner el foco de atención en los empresarios, a quienes se les describe como hambrientas hienas babeantes que intentan pegar mordiscos a los derechos laborales de los trabajadores. Astutamente se presenta el debate sobre la necesidad de la reforma laboral como el intento de los patronos de despedir más barato, y se elude la urgencia de introducir una mayor flexibilidad, aumentar la productividad, mejorar la formación o reducir el absentismo. Parece que los trabajadores son los únicos perjudicados por esta recesión al haber casi 4,5 millones de parados -una cifra que pone los pelos de punta porque evidencia el riesgo de revueltas sociales, menos mal que el ministro Corbacho nos tranquiliza al afirmar que la economía sumergida representa el 20% del PIB español-; pero se silencia que en España más de 5.000 empresas presentaron concurso de acreedores, casi 21.900 se disolvieron y más de 152.500 autónomos abandonaron su actividad en 2009. Es decir, miles de empresarios se están arruinando en la actual coyuntura. Cuando la realidad se vuelve agobiante, la salida más sencilla es buscar un chivo expiatorio, como ha demostrado la historia, y en esta época no se trata de un grupo étnico, sino de un colectivo social: los empresarios. Para ello, que duda cabe que ayudan casos mediáticos, como el del presidente de CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, que está consiguiendo el efecto contrario al que pretende, perjudicando la débil figura de los emprendedores. Nadie discute que uno puede fracasar en los negocios, pues es una posibilidad implícita a la actividad empresarial, pero otra cosa son las formas. Históricos problemas de imagen Los empresarios tienen problemas de imagen desde tiempos remotos, como cuando en el Apocalipsis se afirma que en el Juicio Final ?los dedicados al comercio aguardarán la tortura llorando y gimiendo?. Más tarde, los Nuevos Testamentos recogen sentencias de Jesús como ?es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre el reino de los cielos? o ?no cabe servir a Dios y al dinero?, por citar sólo dos frases. Nuestra tradición religiosa e histórica iguala el lucro con el hurto y la transacción económica con el saqueo. Así que nuestros grupos sociales más distinguidos del pasado, los hidalgos, no se caracterizaron precisamente por su inclinación al trabajo. Si hasta la Escuela de Salamanca, allá por el siglo XVI, tuvo que resolver la consulta realizada por comerciantes españoles con negocios en Amberes sobre la legitimidad moral de comerciar para incrementar la riqueza personal. Menos mal que les respondieron afirmativamente. Todavía impera en nuestro país ?la mezquina y torcida opinión según la cual nadie puede prosperar sino a expensas de los demás? -en expresión de Adam Smith-, así que resulta muy difícil inculcar el espíritu emprendedor pues parece que estamos promoviendo la actividad delectiva. En el pasado, hubo pueblos que resolvieron perfectamente este dilema. Lean despacio lo que escribió Hesíodo allá por el siglo VIII a.C.: ?En los primeros tiempos de Grecia, trabajar no era infamante, el comercio no delataba inferioridad social y la vocación de mercader resultaba honorable?. Con estos valores, otro futuro tendríamos. Nº 166 Marzo 2010

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