Página 54 del número 128, de enero de 2007
pg52-54 54 55 19/12/06 14:26 Página 2 opinión cidad cooperativa, la tendencia a cier ta informalidad, y la cultura de grupos en lugar de cultura de empresa hacen que no sea fácil que surjan emprendedores. Lo que sí podemos afirmar es que los rasgos de personalidad que todo emprendedor debe tener son los siguientes: competitividad, confianza, adaptación a los cambios, resistencia física, experiencia empresarial directa o cercana, aptitudes negociadoras, liderazgo, asunción de riesgos, iniciativa, decisión, capacidad de trabajo, etc. Decálogo El decálogo de un buen emprendedor no existe, pero si nos atreviéramos a confeccionarlo, sí que resultaría obvio que se incluyera una serie de recomendaciones para lograr el éxito del proyecto. Entre estas recomendaciones, podríamos encontrar las siguientes: 1. Tener claro cuáles son las cualidades y habilidades personales; 2. obser vación del mercado; 3. elección de un negocio que satisfaga al propio emprendedor; 4. potenciación de la imaginación, la intuición y la dedicación; 5. conocimiento suficiente de gestión y dirección de empresas; 6. conocimiento de las ideas de otros emprendedores ya consolidadas; 7. decidir si se emprende en solitario o en compañía de otros socios; 8. decidir sobre la necesidad de subcontratar determinadas ?Es evidente que nadie posee la varita mágica para saber de antemano qué idea va a dar sus frutos, pero lo que sí está claro es que quien no arriesga no logra el éxito? áreas de actividad como selección de personal, asesoría, etc.; 9. si la apor tación al negocio es una invención, se deberá proteger en el mercado donde se pretende vender registrándola, por ejemplo, en el registro de la propiedad intelectual; 10. hacer un plan financiero coherente y determinar el mejor precio del producto a vender o ser vicio a prestar. Motivaciones Las motivaciones para que una persona pase al estatus de emprendedor son numerosas, sin embargo muchas de ellas, que en un principio puede entenderse que ayudan a la creación de empresa, suelen resultar perjudiciales. La idea más extendida es la de querer solucionar una situación personal produciéndose en numerosas ocasiones una insuficiente reflexión acerca del proyecto, así como una reducción inicial del nivel de rentas a causa de la inversión, lo que provoca un empeoramiento del estatus social que no es asumido con agrado. Otra motivación es el querer aumentar el nivel de renta, haciendo que la situación de necesidad conlleve a que la preparación del proyecto sea deficiente. También el desear permanecer o establecerse en un lugar geográfico del gusto del emprendedor puede implicar una mala selección del mercado; la creación de una empresa que pueda pasar a sus descendientes puede hacer que el emprendedor caiga en una subjetividad a la hora de planificar su proyecto; poner en práctica una idea empresarial como fórmula de realización personal puede hacer que el emprendedor no afronte el proyecto de forma equilibrada, etc. Es evidente que nadie posee la varita mágica para saber de antemano qué idea va a dar sus frutos, pero lo que sí está claro es que quien no arriesga no logra el éxito. La innovación y perseverancia hacen pasar de una mentalidad de funcionario a otra más atractiva de emprendedor apor tando un valor añadido a la sociedad y a las generaciones futuras. Artículo elaborado con la colaboración del Colegio de Economistas de Valladolid. Nº 128 Enero 2007
