Página 94 del número 126, de noviembre de 2006
pg92-94 94 95 20/10/06 12:02 Página 2 opinión algo en su formación. El problema no es casi nunca de conocimientos, pues los cursos que realizan después, en pocas ocasiones les facilitan nuevos conceptos técnicos, quizá una orientación más práctica de la que tenían. Se trata, por tanto, de una falta de actitud al enfrentarse a la búsqueda de empleo, no han tenido en muchos casos contacto con el mercado laboral y les falta confianza en sus capacidades y eso sin darse cuenta lo manifiestan en los procesos de selección. Reformas educativas Tras múltiples reformas de los planes educativos en las diferentes universidades, el problema sigue persistiendo. La universidad sigue estando algo alejada del mercado de trabajo, falta en muchas ocasiones un enfoque práctico de los conocimientos adquiridos que aporte seguridad profesional al joven estudiante. ¿Por qué no exprimir el lado práctico de la materia en vez de impartir y hacer estudiar al alumno un grueso de teoría importante? Además, la realidad demuestra que en cualquier práctica o trabajo que se desempeñe, aunque sea objeto de examen, el resultado de lo aprendido va a perdurar durante mucho más tiempo en el recuerdo de cada uno, comparándolo con el estudio de la teoría, ya que ésta normalmente se estudia para el examen, pero como el alumno no ha sido capaz de encontrarla una aplicación práctica, pasado el tiempo, y no habiéndola necesitado para nada más, termina quedando en el olvido. El universitario tiene, cuando termina sus estudios, un título y se plantea buscar trabajo ¿qué tiene que hacer? Han oído que tienen que elaborar un currículum en el que describan su trayectoria académica y profesional, el siguiente interrogante que surge es cómo y qué pongo: ?busco una plantilla de un procesador de texto, busco en Internet o se lo pido a un amigo?. Tras esto, la conclusión es que está desorientado, no sabe ni qué hacer y ni dónde acudir. Le falta en su expediente una asignatura Orientación para la búsqueda activa de empleo, transición a la vida laboral. Sería interesante que dicha asignatura existiera dentro de los planes de estudios y se impusiera la obligatoriedad de cursarla, abordando aspectos tan simples, pero a la vez tan prácticos para ayudar al futuro licenciado o diplomado, como son las pautas para la elaboración de un buen currículum, cómo enfrentarse a las diferentes partes de un proceso de selección, pruebas psicotécnicas, pruebas de actitud, pruebas de conocimientos, dinámicas de grupo, entrevistas, etc. Además, sería interesante que se mantuvieran continuos acuerdos entre universidad y mundo laboral para facilitar el acceso a las empresas, aunque simplemente sea para observar cómo se trabaja en la misma y ver en la práctica los conocimientos adquiridos. Que en esta materia se les indicase donde pueden acudir al terminar de estudiar, colegios profesionales, bolsas de empleo de diferentes instituciones tanto públicas como privadas, el Servicio Público de Empleo o fundaciones. Que se les apunte las distintas posibilidades de formación complementaria o especializada en base a un planteamiento en su búsqueda de empleo y no en función de lo que surja. En la actualidad, quien accede a la orientación laboral lo hace de mano de terceros que algún día se encontraron en su misma situación y conocen las instituciones o servicios públicos que ponen en marcha este tipo de programas de asesoramiento laboral. Otra referencia importante es la actitud con la que este colectivo se enfrenta a buscar empleo. Algunos manifiestan una inseguridad en sí mismos no acorde con sus conocimientos, ya que se retraen, se infravaloran y se emplean en lo primero que les surge sin cuestionarse nada; y otros, por el mero hecho de disponer de un título universitario, sólo aspiran a ser directores generales en su primera toma de contacto con el mundo laboral. Experiencia Hay que tratar de concienciar a la persona que para llegar a puestos relativamente altos dentro de una organización, previamente se debería de pasar por otros más bajos, pero a su vez enriquecedores, que nos permitirán ascender en el organigrama de la empresa, pues el techo de un titulado universitario siempre es más alto que el de un técnico de formación profesional, quien tendrá más limitado ese posible ascenso por no contar con la titulación académica requerida, a pesar de que este último en sus inicios le resultó menos costoso el acceso a un puesto de trabajo. La conclusión final de todo este análisis es que, si bien el colectivo de los titulados universitarios no es un colectivo considerado desfavorecido a la hora de su inserción en el mercado de trabajo, sí que es un colectivo que encuentra muchas más barreras que las que a priori se podría pensar. En última instancia, consiguen entrar en el mercado de trabajo, pero en la mayoría de los casos son muy pocos los que lo hacen en un puesto acorde con sus estudios. De este modo, la estadística refleja un desempleado menos, hecho que en principio se considera una alegría porque tenemos un joven menos del que preocuparnos, pero la realidad es mucho más cruda, ya que el problema estriba en que las cifras no indican cuál es la verdadera ocupación de ese nuevo joven empleado. Si atendemos al hecho de que la mayoría de los universitarios cursan sus estudios en universidades públicas, financiadas por los presupuestos públicos, podemos dudar de la eficacia de este gasto, pues un problema general que afecta a nuestra sociedad es la situación del empleo. Con el fin de optimizar dicho gasto, e intentar buscar solución al problema desde la raíz del mismo, es decir, desde que el joven accede a unos estudios superiores, sería conveniente que se realizara un nuevo planteamiento en el ámbito educativo y se elaborasen programas universitarios más prácticos de orientación al mundo exterior: el mercado de trabajo. Artículo elaborado con la colaboración del Colegio de Economistas de Valladolid. Nº 126 Noviembre 2006
