Página 6 del número 106, de marzo de 2005
OPINIÓN oído en estas últimas fechas es que la Junta pase a controlar empresas en crisis. Vamos, convertir al Gobierno regional en la UCI de las compañías moribundas. Cuando la UE aconseja la privatización de las empresas públicas, como ha hecho España en los últimos años, aquí queremos recorrer la senda, pero en el sentido contrario. La Junta ya jugó a los empresarios con la actual Tecdis Displays Ibérica -entonces denominada Dicryl y Crystaloid- con el objetivo de impulsar el desarrollo del Parque Tecnológico de Boecillo. La aventura de aquella empresa pública se saldó con unas pérdidas acumuladas de casi 21 millones de euros después de recibir unas aportaciones globales -entre subvenciones y ampliaciones de capital- superiores a los 33 millones de euros. Al final, y como no había manera de levantar la compañía, la Administración autonómica la vendió a la italiana Tecdis por seis millones de euros. Un negocio redondo para las arcas regionales. economía globalizada. Si no eres eficiente a escala mundial, tienes los días contados por la desaparición de los mercados cautivos. Pero volvamos a nuestra tierra. Una vez descartadas las alternativas de modificar las condiciones de las subvenciones y de que la Administración regional funde una cartera industrial para empresas agónicas, quedan otras vías para suavizar los efectos colaterales de la deslocalización. Por ejemplo, priorizar en las ayudas a los sectores que están al margen de este fenómeno, como el agroalimentario (a LAS RECOMENDACIONES DE LAS MULTINACIONALES HIPOTECAR LOS PRESUPUESTOS REGIONALES La Junta no debe caer en la tentación de comprar empresas en crisis aunque sea con la altruista intención de salvar unos cientos de empleos. Esa política lastraría durante años las inversiones de los Presupuestos Regionales en otros campos como la sanidad, la educación, las infraestructuras, la cultura, el turismo y un largo etcétera; además de ser un foco permanente de conflictos laborales y políticos. Con Dicryl ya se ha demostrado que esas empresas pueden fagocitar multimillonarios recursos para al final cerrar sus puertas o ser malvendidas. En estos tiempos, tampoco está de más recordar la teoría de los expertos que defienden la deslocalización al afirmar que este fenómeno sirve para reubicar las plantillas de los sectores menos productivos en otros negocios donde España sí es competitiva con la lógica optimización de los costes salariales (un trabajador de la Europa desarrollada cuya nómina triplica a la de un empleado de los países del Este, ¿produce tres veces más que su compañero?). Para esta corriente, el único santuario laboral serán los funcionarios. El resto de los empleados y empresas deberán adaptarse a las cambiantes demandas de una 6 estos empresarios también pueden ser sus aliados para reflotar una empresa en crisis, como ocurrió con Fontaneda, donde hubo hasta competencia entre dos grupos de la región para hacerse con sus activos industriales, en vez de aplicar una ingeniería financiera a golpe de talonario, eso sí, del erario público. También deben concentrarse los recursos en los sectores emergentes donde otras zonas del planeta no pueden competir al no disponer de esa tecnología, como ocurre con la industria aeroespacial y la biotecnología. nadie se le ocurre arrancar los viñedos de la Ribera del Duero para plantarlos en un país del Este o criar los cerdos ibéricos en las estepas de los países nórdicos), el turismo cultural (a no ser que Rovira nos deslocalice todos los monumentos), la piedra ornamental o el energético, entre otros. Además, debe existir -aunque sea políticamente incorrecto- una discriminación positiva a los empresarios de la región, quienes por motivos sentimentales lo tienen más difícil a la hora de trasladar una fábrica a otra zona. Aunque les resulte más barato producir en los países del Este o del Tercer Mundo, estos emprendedores anteponen los costes personales a los económicos y al final optan por quedarse en su tierra. Los políticos no deben olvidar que Nº 106 Marzo 2005 ¿Y qué más se puede hacer para evitar el traslado de empresas? Pues esa misma pregunta se la han hecho en Europa, donde han consultado a las multinacionales en vez de amenazarlas. Holanda reunió a las grandes corporaciones asentadas en su territorio para que elaborasen un documento con el objetivo de fijar la actividad industrial. Las diez ideas lanzadas por las multinacionales son de una lógica tan aplastante que pueden aplicarse en cualquier país del mundo desarrollado y, cómo no, aquí: poseer un óptimo clima social, con movilidad de los trabajadores, seguridad ciudadana, paz social y fácil acceso a la vivienda; baja presión fiscal y un sistema tributario perfectamente establecido; disponer de trabajadores cualificados; ofertar buenos centros del conocimiento (universidades y escuelas de Formación Profesional) orientados a las demandas del mercado laboral; agilidad burocrática y administrativa; fuerte apoyo a las nuevas tecnologías; protección de patentes; existencia de sociedades de capital riesgo y de instrumentos financieros para respaldar la inversión empresarial; una legislación laboral con mecanismos para aumentar la flexibilidad de las plantillas; y una completa red de infraestructuras. Las citadas propuestas no sirven para evitar el cierre puntual de una fábrica, pero sí para minimizar el riesgo. Hagamos caso de estas medidas diseñadas desde el sentido común y olvidemos las alternativas temerarias de algunos que quieren que ante el abismo de la deslocalización vayamos un paso por delante de los demás, para caernos por el precipicio.
