Página 6 del número 218, de julio de 2014
6 opi lucas.qxp_maqueta consis 24/06/14 13:45 Página 1 6 opinión En defensa del BCE (II) Anticipábamos el mes pasado que ?el BCE va a continuar aplicando nuevas medidas: bajará de forma simbólica los tipos de interés (no tiene ya mucho margen) y establecerá un tipo negativo a los depósitos de los bancos en el BCE?. Así ha ocurrido con la única novedad de que a partir de ahora y hasta junio de 2016 las inyecciones de liquidez estarán condicionadas a la concesión de créditos y préstamos al sector privado no inmobiliario. Todo ha transcurrido, pues, como estaba previsto y, sin embargo, nadie parece estar satisfecho. ¿Cuál es la razón del escepticismo que destilan los artículos de una mayoría de analistas? Dejando a un lado las críticas de que las medidas llegan tarde, la opinión dominante las califica de ineficaces para atajar los problemas reales que asfixian a la economía de la Eurozona. Después de exigir al BCE que actúe de una vez por todas, cuando su Consejo de Gobierno aprueba por unanimidad un paquete coherente se le acusa de actuar tarde y mal. Una vez más, salgo en defensa del BCE por una razón fundamental: es evidente que la única política que funciona en la zona euro es la política monetaria, y eso es así prácticamente desde que Draghi asumió la Presidencia. Y descansar todo el peso de la política económica sobre las limitadas competencias atribuidas al BCE es un grave error. No me canso de repetir que continuamente se está recordando al BCE el modelo de Banco Central en EE UU, Gran Bretaña y Japón, sin reconocer que en esos países se ha aplicado una política económica global en la que la política monetaria era una parte del conjunto de medidas implantadas. En Japón reconocieron que tenían un riesgo alto de deflación, mientras que en la zona euro abrimos unas discusiones bizantinas entre lo que es deflación, inflación negativa o baja inflación, disquisiciones presuntamente teóricas que encubren un debate político sobre el alcance de la recuperación económica. En EE UU y Gran Bretaña no tienen dudas de que el principal problema que debe combatir la po- LUCAS HERNÁNDEZ / Economista lítica económica es la falta de crecimiento, entre tanto los europeos nos mostramos complacidos con una previsión de crecimiento del PIB para 2014 del 1%, dato corregido a la baja por el propio BCE. En definitiva, seguimos sin identificar después de siete años de crisis los problemas reales de la economía de la Eurozona. Cada vez con menos convicción repetimos que los atisbos de recuperación económica que se observan son consistentes y fruto de la política de ajustes aplicada en los últimos años. Se señala al BCE como responsable de la escasez de crédito bancario para empresas y familias. Saludamos con satisfacción la reducción de las primas de riesgo, consecuencia de la recuperación de la confianza de los inversores en los países periféricos. Las subidas espectaculares de los índices bursátiles son la manifestación más expresiva de que la economía de la Eurozona ha entrado en un ciclo ascendente. Riesgos latentes De nada sirve que los datos más recientes muestren una divergencia notable en las tasas de crecimiento de las distintas economías; algunos países ofrecen tasas positivas, pero otros continúan aún en el primer trimestre de 2014 en clara recesión. A nadie se le ocurre pensar que el magnífico comportamiento de los mercados bursátiles y de deuda puede ser debido a movimientos de componente especulativo basados en el exceso de liquidez en el sistema. La prudencia debida en la gestión de los riesgos exige que tengamos muy presente las consecuencias inmediatas de la retirada ya iniciada de los estímulos monetarios aplicados por la Reserva Federal. Y sin ánimo de ser exhaustivo a la hora de señalar los riesgos latentes para la zona euro, no debemos olvidar que las economías emergentes envían periódicamente signos de fatiga, que obviamente trasladarán su efecto a la ca- pacidad exportadora de las empresas europeas. Todas estas debilidades son las que debemos tener presente a la hora de seleccionar las herramientas adecuadas para aproximar la economía europea a los niveles actuales de las economías norteamericana y británica. Y para ello es imprescindible aceptar que el crecimiento tiene que su base fundamental en la demanda interna y en la inversión, y en ese orden. Señalar la falta de crédito como el principal problema es poner el carro delante de los bueyes; culpar al BCE de esa escasez sólo se explica por la falta de voluntad para abordar la única vía que nos puede conducir al crecimiento: activar la demanda interna que aporta el 70% del PIB. El crédito fluirá de forma natural en el momento en que familias y empresas pongan en marcha sus planes de compra de bienes y servicios; será entonces cuando las entidades bancarias estarán en disposición de facilitar los recursos financieros necesarios para engrasar los circuitos económicos de la compra y venta de productos. Impulsada la demanda, las empresas relanzarán sus proyectos de inversión una vez absorbido el exceso de capacidad productiva. Será la hora de prestar apoyo al sector productivo a través de un flujo crediticio ágil y a precios adecuados a un nivel de riesgo aceptable en función de las mejores condiciones de la economía global. Pero en la situación actual dominada por la incertidumbre, con una demanda interna congelada y la inversión sin ofrecer síntomas de recuperación ¿a quién va a ofrecer la banca un crédito solvente destinado a financiar una actividad económica real? No nos engañemos, con los agentes económicos en pleno proceso de desapalancamiento, pero con unos niveles de deuda aún muy elevados, tenemos que aceptar que la demanda actual de crédito solvente es muy limitada. Pero la situación es diferente desde Nº 218 JUL?14 el lado de la oferta de crédito; las entidades bancarias están en pleno proceso de revisión por parte del BCE como nuevo supervisor y no están dispuestos a correr ningún riesgo adicional en tanto no se conozcan los resultados del análisis de solvencia y de las necesidades de capital que se les va a exigir. Aunque es evidente que si tuvieran la certeza de la existencia de demanda crediticia solvente y rentable no tendrían muchas dudas a la hora de satisfacer esa demanda, porque es la esencia de su negocio recurrente y porque, lo reitero una vez más, no hay problemas de liquidez en el sistema. EL problema es de solvencia por la falta de crecimiento económico sostenible y es en este punto donde las autoridades europeas tienen que actuar con contundencia y urgencia. Dosis de riesgo Dicho todo lo anterior, hay que reconocer que la bajada de tipos y las inyecciones de liquidez no van a aportar prácticamente nada y van a ser ineficaces para combatir la falta de crecimiento económico y la ausencia de demanda e inversión. El único efecto perceptible va a ser el deprimir aún más la retribución de los depósitos de los ahorradores que buscan productos sin riesgo. Ahora los tipos son claramente disuasorios para fomentar el ahorro tradicional y está fomentando la comercialización de una amplia gama de productos financieros que incorporan determinadas dosis de riesgo de capital, en un contexto económico de incertidumbre y con unos mercados bursátiles y de deuda que difícilmente van a poder mantener la racha alcista y en consecuencia apenas ofrecen oportunidades a los inversores. Pero la responsabilidad no es del BCE, sino de los gobernantes de la UE que siguen anclados en su convicción del carácter terapéutico de los ajustes y no muestran el menor síntoma de seguir la senda de los Gobiernos de EE UU, Japón y Gran Bretaña. Mientras tanto, el BCE, aunque a pasos lentos, sigue el modelos de los bancos centrales de esos países.