Página 6 del número 210, de noviembre de 2013
6 opi lucas 22/10/13 11:53 Página 1 6 opinión Los premios Nobel de Economía y los mercados financieros S iempre he confesado mi escepticismo sobre la capacidad de la ciencia económica para formular modelos matemáticos predictivos del comportamiento futuro de los mercados financieros. La cuestión ha vuelto a suscitarse en las últimas semanas al hilo de la concesión del Premio Nobel de Economía a tres afamados académicos por sus estudios teóricos y econométricos sobre el funcionamiento de los mercados. Están aún muy frescas las heridas provocadas sobre la economía y la vida de los ciudadanos por una crisis, financiera en su origen, que ningún académico (ni político) fue capaz de anticipar. Por eso me resulta sorprendente que en estos momentos se premien contribuciones teóricas que se han revelado inútiles para cumplir con la función para la que en un principio fueron elaboradas. Pero es que además llueve sobre mojado. No estamos aún muy lejos de 1997, año en el que los ganadores del Nobel fueron Merton y Scholes, cuya reputación académica (y en los mercados) estaba asentada en la construcción de un modelo matemático para la valoración de derivados y productos estructurados. Hasta aquí todo perfecto; el problema surgió cuando los dos profesores pasaron al mundo real de los mercados y con su modelo premiado como bandera montaron el fondo especulativo LTCM, que al poco tiempo LUCAS HERNÁNDEZ Economista de su lanzamiento registró pérdidas multimillonarias y a punto estuvo de crear la primera crisis sistémica en la economía mundial. Fue una constatación contundente de las dificultades de los académicos para entender el funcionamiento de los mercados, porque, en mi opinión y tras muchos años de vivencias al lado de los mercados financieros, es muy difícil explicar a posteriori el comportamientos de los mercados y prácticamente imposible formular predicciones y mucho menos aún determinar el precio de los activos. Comportamiento humano Y ello por una razón fundamental: el precio de los activos negociados en mercados se fijan de forma continua por la confrontación entre la oferta y la demanda. En definitiva, es el comportamiento real y diario de los agentes financieros el que determina el proceso de formación de precios. Ésa es la esencia de los mercados; unos mercados amplios, abiertos y globales en los que confluyen una pluralidad de inversores con distintos niveles de información, con diferentes sensibilidades y grados de aversión o aceptación del riesgo y cada uno con sus personales necesidades financieras. De manera esquemática, ésa es la esencia de los mercados. Si los mercados fueran perfectos y eficientes, como proclama uno de los premiados, no habría po- sibilidad de obtención de beneficios o pérdidas en los mercados financieros. El comportamiento humano, pues, determina el precio de los activos que se compran y se venden en un mercado organizado, y dudo mucho de la capacidad de la ciencia, y menos aún la econometría, para encerrar en un modelo matemático la psicología humana. Hace años se produjo un viraje en la concesión de los premios Nobel a académicos no estrictamente economistas, que procedían del campo de la psicología y la sociología, que recurrían a esas disciplinas para explicar el proceso de toma de decisiones por los agentes económicos. Mi concepto de la economía se encuentra más próximo a este enfoque, que el de los matemáticos que elaboran modelos sumamente alambicados, pero que suponen una simplificación del comportamiento de los inversores que adoptan decisiones en una economía abierta. Pero existe otro factor relevante, que está flotando de forma continua en el día a día de los mercados: la incertidumbre. Ésa fue una de las primeras lecciones que aprendí en mi inicio profesional en el mundo financiero, transmitida por una persona próxima ya a la jubilación, con una formación teórica más bien básica, pero absolutamente pegada a la realidad cotidiana de los mercados: ?Nunca tenemos certeza de que estemos Nº 210 NOV?13 adoptando la decisión correcta?, repetía continuamente. Era una forma muy gráfica de introducir un elemento fundamental para racionalizar en cierta medida la toma decisiones: el factor riesgo. Y es que en última instancia, cuando estás comprando o vendiendo activos estás gestionando riesgos. Cuando olvidamos este punto es cuando los mercados están próximos a la formación de burbujas especulativas. Y la gestión del riesgo es una decisión estrictamente personal. Claro que el efecto manadahace que en determinados momentos los mercados -financiero o inmobiliario, da lo mismo-, muestren una ?exuberancia irracional? que necesariamente desemboca en un crisis de los propios mercados. Procesos irracionales Los modelos premiados han sido incapaces de ofrecer herramientas a los inversores y a las autoridades financieras para detectar esas burbujas, porque no es posible detectar cuándo un mercado está determinando de forma errónea el precio de un activo. Y lo que la experiencia reciente nos ha mostrado es que estos procesos irracionales no sólo tienen efectos negativos en los mercados, sino que es la economía global la que sufre las consecuencias nefastas de las burbujas. Por ello, nada más deseado que la ciencia económica encuentre el camino para poder formular teorías y modelos que nos anticipen comportamientos irracionales de los agentes expresados en decisiones que olvidan el componente de riesgo consustancial en todo proceso económico. Lo que dudo es que una ciencia social como la economía pueda alcanzar meta tan ambiciosa.