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Página 3 del número 209, de octubre de 2013

OPINIÓN ALBERTO 20/9/13 11:43 Página 1 Alberto Cagigas acagigas@castillayleoneconomica.es  www.castillayleoneconomica.es/blogs/gacetillero-2-0  @acagigasperez La historia se repite FOTO: DANIMANTIS En un reciente viaje a Cartagena de Indias (Colombia), pude constatar una vez más la histórica capacidad de nuestro país para derrochar su riqueza y la perniciosa habilidad para malgastar el talento de sus resignados ciudadanos. Así llevamos siglos, con escasas excepciones que apenas ocupan un par de párrafos en los libros de Historia. Ahora nos encontramos otra vez arruinados, con el edificio político resquebrajado y con unos administrados indignados y exprimidos. Viendo las impresionantes murallas de Cartagena de Indias, cuya construcción se inició en el siglo XVI para fortificar la preciosa ciudad caribeña frente al acoso de los piratas, uno recuerda que este país nuestro es capaz de lo mejor y de lo peor. Salpicamos el continente americano con un impresionante legado histórico y cultural, a la vez que dilapidamos hombres y recursos. Pese a todo el oro y la plata esquilmado de América Latina, entre los siglos XVII y XVIII se registraron cinco bancarrotas en el Imperio Español. Y hoy en día, una vez más, el reciente boom económico fue seguido de una crisis sin precedentes en la era moderna, que casi provoca ser intervenidos por la UE, debido a nuestra congénita tendencia a gastar más de lo que ingresamos. Eso en cuanto a la economía, porque en el trato a los ciudadanos la situación no es mejor. Ahora ninguneamos y exportamos a los mejores de los nuestros, profesionales e investigadores incapaces de encontrar acomodo en un mercado laboral restrictivo, quienes emigran decepcionados con su tierra para enriquecer con su dinamismo y conocimiento otras patrias. Viendo la situación de España allende el océano, en un pueblo que ha parido grandes escritores como José Eustasio Rivera, Álvaro Mutis o, cómo no, Gabriel García Márquez, uno encuentra ciertos paralelismos entre ambos países. Los dos con un gran potencial, pero sometidos por unas corruptas castas dominantes incapaces de ver más allá de sus propios intereses. Denuncia William Ospina, otro gran escritor colombiano, que ese Estado se encuentra dominado por una clase política irresponsable centrada en vigilar sus espúreos intereses en medio de ?la coreografía de venias recíprocas de todos los agentes de la corrupción?. Y también advierte que ante la mala gestión del Estado, los ciudadanos no tributan como debieran al sentir que las administraciones públicas malversan y malgastan fondos. Algo parecido a lo que empieza a ocurrir aquí, que ante los continuos recortes en los servicios públicos, los españoles se empiezan a cuestionar si merece la pena pagar impuestos en un país que mete la tijera en educación o en sanidad, cuya eficiencia es aún muy susceptible de ser mejorada, mientras que mantiene casi intacta una Administración B cobijo de paniaguados mediante estructuras municipales, autonómicas y estatales que no nos podemos permitir. O que estruja fiscalmente a las clases medias, autónomos y pymes, con lo que frena su desarrollo y agranda las diferencias sociales. Ospina critica además que Colombia es por excelencia ?el país del otro?, lo que ha conducido a la nación a la existencia de bandos irreconciliables ?sin saber que no son más que los herederos y los perpetuadores de una antigua maldición, en el país de los odios heredados y de las pedagogías de la intolerancia y del resentimiento?. Qué bien se pueden aplicar esas palabras en un país cainita y guerracivilsta como el nuestro, donde aún pensamos en términos de izquierdas y derechas, de nacionalistas y centralistas, de ricos y pobres. Una sociedad segmentada en facciones donde no se reconocen las aportaciones y los éxitos de los otros al vivir instalados en la intransigencia ideológica. Desde la distancia, y viendo la crisis económica, institucional y política de España, parece que nuestro país se encuentra entre aquéllos que, como denuncia García Márquez, se conforman con elecciones puntuales sólo para legitimar la democracia, ?pues lo que importa es el rito, sin preocuparse mucho de sus vicios: el clientelismo, la corrupción, el fraude...?. Y así nos va. 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