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Página 116 del número 174, de noviembre de 2010

114-116 opi eco 116 117 21/10/10 11:01 Página 2 opinión cado autorregulador? que debe ser regulado de forma que (la reflexión del autor se refiere a la década de los años treinta del pasado siglo) ?dado que el objetivo de la intervención era restaurar la vida de los hombres y su entorno, dándoles una cierta seguridad en sus estilos de vida, dicha intervención tendía necesariamente a reducir la flexibilidad de los salarios y la movilidad del trabajo, a proporcionar estabilidad a los ingresos y continuidad en la producción?. Esto unido a que un cambio en el modelo distributivo, que personalmente considero necesario, debe de apoyarse necesariamente en una sociedad que en los últimos años ha desarmado el Estado del Bienestar, en un Estado cada vez menos fuerte, en unos actores sociales, tercer sector, institucionalizados, lo cual les resta fuerza, legitimidad y credibilidad a la hora de proponer nuevas soluciones. Movilización colectiva La movilización colectiva se puede estudiar desde el análisis costebeneficio, pero el mismo reduce al simplismo el origen del movimiento, al no considerar otros aspectos como el acervo cultural, la capacidad de organización, la oportunidad política y los recursos necesarios disponibles para que se den estos movimientos. Ante la situación planteada anteriormente, me surgen las preguntas: ¿es posible una vuelta a los principios del Estado del Bienestar, a partir de estos mimbres?, ¿ cuál serán el papel de los movimientos sociales ante la situación actual? Podemos decir que en los últimos años se está consolidado un Estado de Bienestar de tipo medio desde el punto de vista de la protección social, el cual se caracteriza por la centralidad de la familia, su vinculación al mercado de trabajo, la descentralización de las políticas y el diálogo social como instrumento de reforma, lo cual se ha quebrado en la situación actual. La acción social del tercer sector institucionalizó su relación con el poder, del que depende tanto financiera como mediáticamente, con lo perdió su independencia, y por tanto su capacidad de reivindicación de una sociedad más justa, lo cual se ha materializado en su escaso poder de resistencia. Y aunque el asociacionismo y sus acciones se incrementaron espectacularmente, su capacidad para generar y desarrollar movimientos sociales fue nulo, siendo su papel más el de la gestión, prestación y provisión de servicios, un papel que los sitúa entre el mercado y el Estado, mientras la ciudadanía seguía manteniéndose distante con respecto a la esfera pública. Esta evolución permite sugerir la debilidad de los actores sociales tradicionales, su incapacidad por liderar nuevos movimientos en la sociedad civil, que incentiven al Estado a acometer reformas en sus políticas sociales y redistributivas. Las tradicionales asociaciones basadas en la concepción de clase parecen haber perdido su fuerza y dinamismo y haber sido institucionalizadas como representantes únicamente de los intereses de los trabajadores activos, no como clase, en el dialogo social, tal y como han puesto de manifiesto los últimos acontecimientos. El diálogo social excluye de la mesa, por tanto, a aquellos grupos cada vez más amplios de la sociedad, en riesgo de exclusión o excluidos, por lo que no es representativo del modelo de sociedad demandado por la mayoría de la población. El problema está en que los grupos más desfavorecidos, los más pobres, los excluidos, los parados, tienen un menor capital relacional (dejan de salir con los amigos, abandonan sus relaciones habituales y las asociaciones) necesario para generar comunidades que puedan reivindicar sus derechos. Esta menor capacidad relacional y asociativa se mitiga en el caso español por la importancia de las familias en la protección social. Este factor incide negativamente en la formación de grupos más amplios de movilización, pues se trata de internalizar los costes de las situaciones de pobreza y exclusión en el seno familiar, lo que conlleva a un mayor sacrificio de los sujetos activos de las familias y propicia una menor reivindicación a través de movimientos sociales. En la actual situación, la generalización del paro y la incertidumbre está derivando en la insuficiencia de esta figura a la hora de mitigar los peligros de la exclusión, por lo que se puede suponer que se den las condiciones para la formación de nuevos movimientos sociales que traten de incidir en la agenda política. Las nuevas condiciones son la posibilidad de formar comunidades de resistencia, debido a la generalización de la pobreza, el paro, y sobre todo la incertidumbre que expresan los últimos eurobarómetros, donde parece generalizarse la opinión de que la pobreza tiene que ver más con causas sociales que con el comportamiento individual. Estas nuevas comunidades, al igual que el resto de los ámbitos de la sociedad actual, tienen un espacio claro donde desarrollarse, la Red. Surge la Red global como un espacio donde se pueden formar una multiplicidad de grupos que interactúen, posibilitando la comunicación y el surgimiento de una visión alternativa del desarrollo y la justicia social, articulándose como un espacio donde las diferentes asociaciones e individuos se organicen en torno a unos intereses, sin la necesidad de incurrir en un alto coste, lo cual era una barrera para la movilización. Este espacio es ideal a la hora organizar los diferentes intereses y permite mantener una interacción permanente durante largos tiempos, lo cual es condición necesaria para que se dé el éxito en los movimientos sociales, si bien se trata de un nuevo escenario con posibilidades infinitas, por lo que ignoro cómo articulará el movimiento en acciones concretas dentro de la sociedad civil, pero se me ocurre que la generación de información y opinión y el llamamiento a mantener determinadas actitudes, entre las que se encuentra el boicot, la saturación de determinados servicios y el posicionamiento político pueden generar grandes resultados. Gestionar la oportunidad política Si bien aunque existan factores objetivos y recursos suficientes, se hace necesaria también que se dé una oportunidad política para la acción. El surgimiento de la oportunidad política se suele dar en los momentos en que existe una división en el poder, en donde el Estado muestra cierta debilidad y surgen grupos entre las élites que apoyan los nuevos movimientos. El momento actual, en el que se ha puesto en tela de juicio el paradigma neoliberal como única forma de desarrollo viable, en donde los Estados han mostrado su debilidad al verse superados y en donde existen cada vez más voces discrepantes entre los intelectuales y algunos gobernantes, parece estar apuntando hacia la aparición de la oportunidad política. Y más, cuando una vez que ?la pobreza entra por la puerta?, es para instalarse y es cuando los ciudadanos despreocupados, habituados a ser simples sujetos pasivos, vuelven su mirada hacia la ineficiencia del Estado que los representa y organiza, este momento es crucial, pues los diferentes partidos lo contemplan como una posibilidad de asalto al poder, profundizando su lamentable espectáculo en el circo mediático. Es aquí cuando surge la oportunidad política para nuevas reivindicaciones, que se articulan en multitud de diferentes movimientos, en su mayoría de resistencia. Entre los movimientos que surgen encontraremos aquéllos que representan identidades étnicas, religiosas, de género, pero indudablemente entre ellos encontraremos también movimientos de clase, y si no se llega a la institucionalización del movimiento, lo cual implica ciertas concesiones de la élite actual, los mismos pueden radicalizarse y movilizar enormes simpatías, con lo que asaltar el poder, ya sea a través de la política o la violencia. Artículo elaborado con la colaboración del Colegio de Economistas de Valladolid. Nº 174 Noviembre 2010

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