Página 114 del número 174, de noviembre de 2010
114-116 opi eco 114 115 21/10/10 11:01 Página 1 opinión Deriva de los derechos, familia y movimientos sociales en el siglo XXI Senén Toral García Economista ivimos una época en la que la incertidumbre ha dejado paso al desencanto, sino desesperación. La incertidumbre que se ha generado en el campo económico se expande con fuerza, abarcando lo social, transformándose en descreimiento y posiblemente nuevas y viejas formas de resistencia, de las que dependerán los logros en el campo de lo social en este siglo XXI. Si nos hacemos eco de las lecciones de historia (eurocentrista), podemos caracterizar los siglos precedentes por tres hitos entorno a la conquista de los derechos, así el siglo XVIII es el siglo en el que surgen los derechos civiles, el concepto de ciudadanía, así como del Estado moderno. Estos derechos civiles se basaban en la libertad de la persona, de expresión, de pensamiento y religión, así como a la propiedad privada y a la justicia, siendo la institución garante de los mismos los tribunales de justicia que se separan del resto del Estado. Durante el siglo XIX y primeros años del siglo XX, se desarrollaron los derechos políticos, que posibilitaban a los ciudadanos a participar en el ejercicio del poder, tanto como miembro como elector, en este caso son los parlamentos los que materializan este derecho. Finalmente, en el siglo XX se desarrollaron los Derechos Sociales, que garantizaban unos mínimos vitales a los ciudadanos, que posibilitarán su desarrollo y pertenencia a la sociedad, y así surgen el derecho a la educación y la seguridad social principalmente, con las instituciones correspondientes a estos derechos. V Derechos sociales Este proceso evidentemente tuvo consecuencias en el campo de lo económico, tanto por el lado de la demanda, incrementando la misma, como de la oferta, y en especial durante el siglo XX, gracias a que la educación posibilitó un incremento exponencial en la productividad del trabajo, que pudo ser absorbida durante gran parte del mismo, al instaurar el llamado Estado del Bienestar, con el consiguiente consumismo propio del sistema. Este círculo virtuoso entre sociedad y economía, como en las grandes historias, no podía tener un final feliz y quiebra en los años 70/80. Actualmente, hemos visto cómo muchos de los derechos sociales adquiridos durante el siglo XX se han visto recortados, y como el Tratado de Lisboa los recorta aún más, defendiendo los derechos del consumidor frente a los del ciudadano. Y todo ello, en un contexto donde es más necesario que nunca pro- fundizar en los derechos, civiles y políticos, pues como a continuación expongo se han visto limitados y ninguneados ante la actual crisis del Estado y más si cabe los sociales, pues es la única forma de generar una demanda suficiente y una oferta cualificada que permita, recolocar los muchos parados que ha generado la crisis económica. Pero no parece que éste sea el camino tomado por los Estados, más bien el contrario ante la situación de crisis económica que vivimos actualmente, muchos comienzan a volver su vista hacia el más débil, por ejemplo el inmigrante, aquél que no posee la condición de ciudadano, por lo que no goza de derechos civiles, ni políticos, y se le niegan los mínimos de educación y salud, necesarios para su integración, si bien éste es uno de los valores que se tratan de enseñar en las escuelas, y que promueve el tratado europeo. Es por ello que creo más necesario que nunca profundizar en el estudio de la composición de los Estados y de la situación de los derechos de los ciudadanos, siendo clave a mi entender para el buen desarrollo de este siglo los movimientos sociales y la educación, más si cabe en el contesto actual, gracias a la popularización de las nuevas tecnologías. Desarme del Estado del Bienestar La historia de los últimos treinta años ha supuesto un cambio en los aparatos de poder europeos, tanto de los integrados en el Estado como en las propias mentes de los ciudadanos que sustentan el modelo europeo. Este cambio surge tras la crisis de los 70, en la que se deslegitima al Estado intervencionista, se le señala como causante de todos los males, debido a su corrupción e ineficiencia, dinamitando de esta forma los pilares del Estado del Bienestar, que habían protagonizado la época más exitosa de la economía occidental. Esta época se caracteriza por el alzamiento de la nueva solución distributiva individualista, basada en el mercado, que actuará como facilitador en la resolución del problema entre justicia y eficiencia, arrojando resultados que reflejan la actitud de los individuos, que rigen sus comportamientos a través de la supuesta elección racional. Este proceso que se origina en los 70 y 80 se fortalece en los 90, época en la que pierden peso las políticas sociales y donde los actores sociales son institucionalizados, generando un nuevo discurso entre la sociedad y el poder, que legitima el sistema como único posible, y lo sostiene con un tenue discurso reivindicativo. En esta nueva época, los Estados se ven abocados a competir por los capitales internacionales que puedan dinamizar sus respectivos mercados y sociedades, y tratando de hacer más atractivas sus respectivas economías a éstos, desarrollan modelos fiscales, laborales y mercantiles cada vez más atractivos para el capital y consecuentemente menos compatibles con un incremento o mejora de las políticas sociales, lo cual puede sostenerse siempre y cuando los mercados sean capaces de generar el suficiente empleo para mantener ocupada a la población y por consiguiente un nivel de vida razonable. Pero nuestro mercado laboral, en el que ni en épocas de crecimiento se ha conseguido el pleno empleo, a pesar de la alta temporabilidad del mismo, así como la situación de pobreza y exclusión de grandes grupos, no parece que pueda sostener este tipo de políticas mucho más tiempo, más si cabe en el actual contexto. Ahora la reforma laboral vuelve ha poner sobre el tapete las palabras de Polanyi: ?la protección social es el complemento obligado de un mer- Nº 174 Noviembre 2010
