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Página 60 del número 171, de agosto de 2010

pag60-62 8/7/10 60 61 09:55 Página 1 opinión De reforma a reforma sin cambiar de forma Javier Méndez-Lirón Economista ejos quedan aquellos tiempos en los que Felipe González firmaba el tratado de adhesión a la Comunidad Económica Europea en una cumbre organizada al efecto en Madrid para la incorporación de España y Portugal a la Europa de los 12. Por aquel tiempo, quizá por la juventud, mirábamos a EE UU y Europa con la curiosidad del que ha estado aislado y de repente descubría un mundo nuevo y, cuando lo hacíamos, decíamos para nosotros con asombro: ?¡Pero si todo está hecho! ¡Tienen casas, carreteras, coches, tienen de todo!?. Con la excepción de Portugal, que siempre se ha empeñado en estar varios peldaños por debajo de los demás, y de Grecia, que desde hace miles de años tiene sus más importantes construcciones tiradas por el suelo y aún no ha tenido tiempo de recogerlas (aunque por lo menos han hecho varias huelgas generales que también lleva su tiempo). Pues bien, en España, cuando no te encontrabas con una grúa, te encontrabas con un socavón, y cuando no estaban levantando una calzada, estaban comenzando a edificar una vivienda. ¡Todo estaba por hacer! Tras años de recibir ayudas europeas por todo y para todo, conseguimos tener unas carreteras curiosas, conseguimos que nuestros agricultores viajaran en Mercedes e incluso fuimos capaces de crear la burbuja inmobiliaria por la que nos recordará la historia ya que la época de grandes gestas y de los grandes descubrimientos pasaron, ya no estamos en los tiempos en los que en España no se ponía el sol, ni siquiera en los de Mortadelo y Filemón, los grandes héroes de nuestra historia moderna y basta con que un triste volcán suelte unas cuantas cenizas para oscurecer España y poner en jaque a la economía mundial. Han tenido que pasar varias décadas para conseguir este nivel de confort y aunque alguien quiera convencernos de los grandes logros cosechados, la impresión que obtenemos no es muy alentadora. La vulnerabilidad de la sociedad en que vivimos es lo único que hemos logrado, nos recuerda mucho a una película que vimos hace muchos años dirigida en 1960 por George Pal basada en una obra de H. G. Wells que se tituló El tiempo en sus manos (The Time Machine era el título original). En esa película, la sociedad, que con- L formaban los Eloi, llevaba una vida paradisíaca durante el día, no sabían lo que era el trabajo y no tenían que realizar ningún esfuerzo para obtener los alimentos, los tenían a la hora estipulada encima de la mesa hasta que, al oscurecer, eran llamados para servir de alimento a los Morlocks. Si bien es cierto que la antropofagia todavía no se ha instalado en nuestra sociedad y que tampoco vivimos a mesa puesta, la manipulación a la que nos vemos sometidos día a día, tanto por los medios de comunicación como por la clase política, hace que no seamos capaces de levantar la voz ante los acontecimientos que vienen ocurriendo y que conducen inexorablemente a la descomposición de la sociedad, las instituciones y por supuesto de la economía. La contraprestación en este caso no es alimentar a los Morlocks sino a la Hacienda Pública. Vivimos en una sociedad en la que el derecho a la libertad de expresión y a la información veraz sólo ha servido para la creación de la televisión subprime. La separación de poderes no existe, aunque tampoco sabemos si existió en algún momento. Si el Fiscal General del Estado es elegido por el Gobierno y los Jueces del Tribunal Constitucional por los partidos políticos, difícilmente pueden gozar de independencia ni ser imparciales. Alguien que pertenece o es afín a un partido ha de ser necesariamente partidista. Las Cámaras legislativas se han convertido en un lugar para pasar el rato y cobrar sueldos y dietas, puesto que todos sabemos cuál va a ser el sentido del voto de cualquiera de sus miembros ante un texto, incluso antes de que se realice el debate o mejor dicho la exposición que dará lugar a la votación. Estamos en una época en la que, aún en período de crisis, se caracteriza por la dilapidación de recursos. Perdemos el tiempo, el dinero y lo más importante, las capacidades de millones de personas, en paro o no, que se ven sometidas a un engranaje cuyo engrase se realiza con una mezcla de incoherencia e incapacidad. Si alguien dijo una vez que el gran éxito del diablo había sido el convencer al hombre de que no existe, en nuestro caso el gran éxito del diablo o de la clase política, no lo tenemos muy claro, ha sido crear una sociedad sin capacidad para levantarse contra lo que no se puede sostener, la creación de la España Pusilánime. Nueva etapa Ahora se ha abierto una nueva etapa, interesante por cierto, el Gobierno mete mano a los intocables y parece que no ha caído bien la noticia. Se sienten perseguidos, se llaman a sí mismos los mártires modernos por haber sido elegidos para pagar la incoherencia de la política económica que se viene aplicando, pero quizá se olvidan de los casi cinco millones de parados que han pagado y están pagando la mala gestión económica. En este punto, nos viene a la memoria una obra de Bertolt Bretch titulada Ahora me llevan a mí, y que nos permitimos reproducir: Primero se llevaron a los comunistas pero a mí no me importó porque yo no era. En seguida se llevaron a unos obreros Nº 171 Agosto 2010

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