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Página 3 del número 168, de mayo de 2010

editorial 19/4/10 16:52 Página 1 Corrupción n un reciente viaje turístico a Sicilia comprobé atónito las consecuencias de una sociedad fracasada en la séptima potencia del mundo -la misma a la que Zapatero pretendía adelantar, hasta que un reciente informe asegura que España caerá de la novena a la duodécima posición en 2014-: calles muy sucias y contenedores con más basura fuera que dentro, monumentos romanos y griegos invadidos por la maleza, fachadas de palacios barrocos agrietadas, autovías llenas de baches y con arcenes engullidos por la vegetación, tráfico caótico, una costa más parecida a un vertedero y una economía sumergida que campa a sus anchas. Una estampa llamativa, si sólo estás de paso. ¿Es así el carácter de los sicilianos? Alberto Cagigas Lo dudo, pues a nadie le gusta vivir en un estercolero ni en un pueacagigas@castillayleoneconomica.es blo incívico. No hay comparación entre cómo ha cambiado la España más pobre con los fondos europeos durante los últimos años, como ha sido el caso de Castilla y León, con los resultados obtenidos en Sicilia, que también ha recibido cuantiosas inversiones de la UE. Ese fracaso transmite dejadez absoluta de unos ciudadanos que no confían ni en sí mismos. ¿Dónde está la raíz del problema para que una de las islas más bellas del Mediterráneo se convierta en el parque temático de la desidia? La corrupción, en este caso promovida por la Mafia. Por eso, recordé las palabras del gran escritor siciliano Leonardo Sciascia, quien ha sido uno de los que mejor ha desgranado los mecanismos de las corruptelas en el poder: ?los grandes beneficios hacen desaparecer los grandes principios?. A eso conduce una corrupción generalizada, a una sociedad lánguida, abandonada; y para verlo no hace falta ir a lejanos países de África, Asia o Latinoamérica. Mientras observaba esa decadencia, en mi país los casos de corrupción llenaban las páginas de los periódicos con casos como los de Gürtel, con ramificaciones en nuestra comunidad autónoma, o Arena e informaciones sobre el sospechoso aumento del patrimonio de algunos dirigentes políticos. La tentación es fácil: meter a todos en el mismo saco y pensar que la corruptela está generalizada. Tampoco es eso, hagan números: en España existen alrededor de 80.000 cargos electos, entre alcaldes, concejales, diputados provinciales, parlamentarios autonómicos, diputados nacionales y senadores. De esas 80.000 personas, sólo unas decenas están imputadas por la Justicia. Aunque puede que muchos de ustedes piensen que permanecen ocultos otros casos que aún no han salido a la luz pública. Como sentencia un personaje de Sciascia: ?las cosas que se no saben, no existen?. Lo peor no son los enjuagues descubiertos por la policía, lo peor es la tibieza de los mandatarios de los partidos políticos cuando denuncian a uno de los suyos por vulnerar la ley. De acuerdo que hasta que no exista una sentencia firme, los acusados se benefician de la presunción de inocencia, pero nuestros gobernantes deberían responder con más firmeza, porque al ciudadano de a pie le queda la sensación de que son una casta que sobre todo defiende sus intereses. Precisamente ese término, el de casta, fue acuñado por dos periodistas, cómo no, italianos en un trabajo sobre los abusos de la clase política. En épocas de bonanza, las triquiñuelas de nuestros administradores públicos para engordar sus bolsillos pasan más desapercibidas, pero producen sonrojo en un período de recesión, con 4,5 millones de desempleados, una mayor presión fiscal y un recorte de los gastos públicos en algunos servicios para controlar el galopante déficit. Una mayoría se apunta al paro y otra minoría se reparte regalos carísimos y meretrices de lujo. O se impone una tolerancia cero a los presuntos casos de corrupción que salpican a los cargos públicos o nos dirigimos a una sociedad descreída, que será incapaz de afrontar en común proyectos y sacrificios. Decía Sciascia: ?el corrompido no puede provocar la caída del corruptor sin quedar sepultado bajo los mismos escombros?. Pues bien, que se queden bajo tierra aplastados por la justicia, pero con los partidos políticos como sepultureros. E Director Alberto Cagigas Directora Comercial Luisa Alcalde Coordinación Juana Daldea Víctor García Vanesa Gómez Diseño Gráfico Marta Higuera Jorge Fernández Corresponsales Ávila Antonio Mayoral Burgos César Presto León Nuria González Antonio Corcoba Palencia Alberto Abascal Salamanca Elena Cordero Segovia Fernando Aranguren Soria Saturio Ugarte Zamora Óscar Alonso Motor Santiago Garnica Fotografía Ana Rodríguez de la Vega Consejo Editorial Roberto Escudero, Francisco Ledesma, José Andrés Lorenzo, Juan Carlos de Margarida, Victoriano Martín, Olga Ogando, José del Ojo, José Ramón Perán, Carlos Sánchez-Reyes, Antonio de Santiago, José Miguel Useros Edita EDICIONES LA MESETA S.L. C/ Miguel de Unamuno, 96 47008 Valladolid Telf: 983 01 81 81 Fax: 983 01 81 82 redaccion@castillayleoneconomica.es Suscripciones Telf: 983 01 81 81 Web www.castillayleoneconomica.es Imprime Maas Depósito Legal VA-247-1996 ISSN 1136-3096 Nº 168 Mayo 2010

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