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Página 3 del número 163, de diciembre de 2009

editorial 17/11/09 12:10 Página 1 El síndrome del ?señorito satisfecho? Director Alberto Cagigas Directora Comercial Luisa Alcalde Coordinación Juana Daldea Víctor García Vanesa Gómez Diseño Gráfico Marta Higuera Corresponsales Ávila Antonio Mayoral Burgos César Presto León Nuria González Antonio Corcoba Palencia Alberto Abascal Salamanca Elena Cordero Segovia Fernando Aranguren Soria Saturio Ugarte Zamora Óscar Alonso Motor Santiago Garnica Fotografía Ana Rodríguez de la Vega Consejo Editorial Roberto Escudero, Francisco Ledesma, José Andrés Lorenzo, Juan Carlos de Margarida, Victoriano Martín, Olga Ogando, José del Ojo, José Ramón Perán, Carlos Sánchez-Reyes, Antonio de Santiago, José Miguel Useros Edita EDICIONES LA MESETA S.L. C/ Miguel de Unamuno, 96 47008 Valladolid Telf: 983 01 81 81 Fax: 983 01 81 82 redaccion@castillayleoneconomica.es Suscripciones Telf: 983 01 81 81 Web www.castillayleoneconomica.es Imprime Maas Depósito Legal VA-247-1996 ISSN 1136-3096 os exper tos denominaron el origen de la actual crisis como tormenta per fecta, porque cumplía todos los requisitos que pueden confluir para arrasar una economía (debacle financiera, fuer te subida de las materias primas, caída del consumo, hundimiento del mercado inmobiliario). Como ocurre con los agentes atmosféricos, éstos pueden perder fuerza o aumentar su velocidad cuando se acercan a la tierra según las condiciones Alberto Cagigas externas. En España, estamos comprobando que esa tempesacagigas@castillayleoneconomica.es tad se ha conver tido en huracán reactivado por las circunstancias de nuestro país: un gobierno superado por la recesión y ya amor tizado en el área económica, cuya idea estrella ha sido abrir y cerrar zanjas (el jubilado Solbes dixit); y una oposición enredada en correas corruptas y en domar a un oso cainita que no deja de sacudir el madroño para despachurrar a los de su especie -aquí no tenemos un plantígrado asilvestrado, pero sí una lámpara de Aladino que no se ha dejado frotar por el toro trotando por el río caudaloso-. El ciudadano de a pie, o sea, todos menos la clase política, mira a un lado y a otro y piensa como el almodovariano título de ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Pero esta situación no es nueva, en 1930 Or tega y Gasset escribió una reflexión que parece redactada hoy mismo: ?el poder público vive al día... vive sin programa de vida, sin proyecto. Cuando ese poder público intenta justificarse, no alude para nada al futuro, sino al contrario, se recluye en el presente... Su actuación se reduce a esquivar el conflicto de cada hora; no a resolverlo, sino a escapar de él, empleando los medios que sean, aunque a costa de acumular mayores conflictos sobre la hora próxima?. Después de una década de prosperidad, vuelve el pesimismo tan español que cuestiona nuestra capacidad para superar la actual coyuntura. De la euforia a la depresión, así es nuestro espíritu latino. Pero no debemos caer en ese abatimiento -aunque es difícil convencer a los más de cuatro millones de parados y a los miles de autónomos y empresarios arruinados-, porque como dijo el pensador madrileño, ?el carácter nacional, como todo lo humano, no es un don innato, sino una fabricación. El carácter nacional se va haciendo y deshaciendo y rehaciendo en la historia?. Así que no nos podemos escudar acobardados con la falacia de que nuestra idiosincrasia hispana nos impide superar la actual crisis al mismo tiempo que el resto de los países desarrollados, pues es una justificación para cobijar a los pusilánimes. Otro efecto pernicioso de la gestión de la crisis en España es que se está inculcando la mentalidad del señorito satisfecho -otra apor tación or teguiana- al promover la ley del mínimo esfuerzo, del subsidio a trocho y mocho, aun a riesgo de hipotecar nuestro futuro al disparar el déficit público ad infinitum. Después de una década de crecimiento galopante, muchos piensan que la prosperidad de un país, e incluso la suya personal, es un derecho natural, creen que los anteriores años de bonanza nos garantizan el bienestar, consideran que la riqueza de un pueblo se hereda sin más; no se acuerdan de que la historia, como la economía, es cíclica -el eterno retorno nietzscheano- y se olvidan de que el bienestar sólo se consigue con esfuerzo y sacrificio. ?Cuanto mayor es el progreso, más en peligro está. La vida es cada vez mejor; pero, bien entendido, cada vez más complicada?, dejó escrito el filósofo madrileño. L Nº Diciembre 163 2009

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