Página 3 del número 155, de abril de 2009

pag3 16/3/09 17:24 Página 1 Pacto de Autonomía nte la gravedad de la crisis en España, muchas voces reclaman que los partidos mayoritarios alcancen un Pacto de Estado para superar la recesión, al igual que ocurrió en los famosos Pactos de la Moncloa, sólo que en esta ocasión no buscamos una estabilización política, sino económica, porque este país no se puede permitir la actual sangría de desempleos y la elevada mortalidad de empresas. Como no tengo muchas esperanzas en que nuestros representantes estatales lleguen a ese acuerdo, quiero centrar el foco de atención sobre los últimos movimientos de los máximos responsables de PP y PSOE en Castilla y León para negociar un gran pacto anticrisis. Al cierre de Alberto Cagigas esta edición, ambas fuerzas políticas estaban aún en la primera fase acagigas@castillayleoneconomica.es del proyecto con el nombramiento de dos comisiones de trabajo para fijar los temas a tratar y el calendario de reuniones, por lo que no sé si a estas alturas habrá fumata blanca a la iniciativa. Pero ante la coyuntura tan delicada en la que nos encontramos, creo que hay que exigir a ambos partidos que lleguen a un amplio entendimiento en nuestra comunidad autónoma, lo que implica dosis de sacrificio por ambas partes para priorizar los intereses generales sobre los particulares. Si alcanzan ese pacto, el presidente Herrera demostrará generosidad porque indirectamente está resaltando la figura del nuevo secretario general del PSCyL, Óscar López; mientras que, por su parte, el joven político socialista también sería altruista al garantizar una oposición racional y sin estridencias en materia de política económica. Con este acuerdo, cada uno catapulta la figura del otro, pero quien realmente sale ganando es Castilla y León. Algunos expertos dicen que con esta crisis varias empresas se fortalecerán al aprovechar las nuevas oportunidades y las debilidades de la competencia. Lo mismo ocurre con los territorios; sólo aquéllos que establezcan unas medidas eficaces y duraderas en el tiempo podrán superar la recesión, mejorando su posición frente a otras comunidades autónomas. Y para alcanzar ese logro se necesita consenso, al igual que ocurrió con la Transición Española, y la comparación no es gratuita porque ya hay quien reclama la necesidad de una Transición Económica ante la gravedad del actual crack. En este esfuerzo, Castilla y León cuenta con una ventaja, como es su cultura de pactos entre agentes económicos y sociales y el Gobierno, y cuyo máximo exponente es el Diálogo Social, auténtico valor añadido de nuestra región. Ahora, y mejor antes que más tarde, ha llegado el momento de conseguir una alianza entre todas las partes implicadas en el desarrollo económico de nuestra comunidad autónoma (Junta, partidos, sindicatos, patronal y asociaciones empresariales) para no sólo salir de esta recesión en el menor tiempo posible, y dentro de las posibilidades de nuestras competencias, sino también para superar a otras regiones españolas. Todo gran pacto tiene un efecto psicológico que dinamiza y reactiva la sociedad. Por eso, es vital firmar ese acuerdo y ser consecuente con él, sin temer los posibles daños colaterales para evitar episodios como el fracasado Grupo Cajas Castilla y León, donde las taifas provinciales de PP y PSOE campan a sus anchas. Como ambos partidos políticos deben negociar las medidas a incluir en ese acuerdo contra la crisis, no está de más que echen un vistazo a las recomendaciones ya presentadas por patronal, cámaras de comercio, Empresa Familiar de Castilla y León y otros colectivos, como los autónomos o los economistas. En nuestra región tenemos que tener en cuenta esas propuestas porque surgen de los protagonistas de la economía real, para no diseñar medidas tan populistas como ineficaces más propias de la ingeniería económica y a las que últimamente nos tienen acostumbrados. Por eso, en estos momentos no dejo de acordarme del legislador de los Turios en la Antigua Grecia, quien ordenó que si alguien quería abolir o establecer una nueva ley, debía presentarse con una soga al cuello, pues si la iniciativa no era aprobada, sería estrangulado en el acto. De esta forma, se lo pensaban dos veces antes de proponer una nueva medida. Ya podían tomar nota algunos hoy en día. 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