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Página 3 del número 119, de abril de 2006

OPINIÓN Director Alberto Cagigas Directora Comercial Luisa Alcalde Departamento Comercial Juana Daldea Víctor García Diseño Gráfico Marta Higuera Corresponsales Ávila Antonio Mayoral Burgos César Presto León Nuria González Palencia Alberto Abascal Salamanca Elena Cordero Segovia Fernando Aranguren Soria Saturio Ugarte Zamora Óscar Alonso Motor Santiago Garnica Fotografía Ana Rodríguez de la Vega Consejo Editorial Roberto Escudero, Francisco Ledesma, José Andrés Lorenzo, Juan Carlos de Margarida, Victoriano Martín, Olga Ogando, José del Ojo, José Ramón Perán, Carlos Sánchez-Reyes, Antonio de Santiago, José Miguel Useros Edita EDICIONES LA MESETA S.L. C/ Miguel de Unamuno, 96 47008 Valladolid Telf: 983 01 81 81 Fax: 983 01 81 82 Correo electrónico redaccion@castillayleoneconomica.es Suscripciones Telf: 983 01 81 81 Web www.castillayleoneconomica.es Imprime Gráficas Calima Depósito Legal VA-247-1996 ISSN 1136-3096 Los pilares de Occidente E l CES acaba de presentar un interesante informe sobre La inmigración en Castilla y León tras los procesos de regularización, donde, entre otras conclusiones, se destaca que este colectivo tiene una alta temporalidad laboral, un significativo porcentaje vive en situación irregular apuntalando una economía sumergida y que cada vez disfrutan de más coberturas sociales. Con sorpresa, el estudio detecta una fuga de inmigrantes con autorizaciones de trabajo renovadas que abandonan Castilla y León para instalarse en las grandes ciudades españolas. El colmo de la desgracia para estos pagos, donde emigran hasta los inmigrantes, y eso que teníamos puestas las esperanzas en los extranjeros que llegan a nuestras ciudades y pueblos para taponar la sangría poblacional de nuestra región, donde provincias como Soria son calificadas de auténticos desiertos por su densidad de habitantes por kilómetro cuadrado. Aquí no llegan cientos de pateras con africanos hambrientos que se juegan la vida para entrar en el paraíso de Occidente. No, aquí la inmigración es a pequeña escala y mucho más controlada porque no tenemos una costa sacudida por las olas de la desesperación. Por eso, creo que será más fácil articular medidas para integrar a nuestros nuevos vecinos, que buena falta nos hace. Y ésa es una labor que corresponde principalmente a todas las administraciones públicas y a las empresas para evitar la picardía y la sobreexplotación y conceder a estos trabajadores foráneos los mismos derechos, salarios y coberturas sociales de las que disfrutamos el resto de los castellanos y leoneses. Pero a mi juicio, el mayor problema que tenemos con la inmigración es su integración cultural en nuestra sociedad. Ahora se ha puesto de moda el multiculturalismo, favorecer la preservación de las otras culturas que se están instalando masivamente en Occidente, pero esa corriente puede esconder varias trampas. Europa -y de eso sabemos mucho en estas tierras- ha vertido mucha sangre durante siglos, la mayor parte de las veces de forma cainita, para llegar hasta donde estamos. Que nadie piense que la separación de los poderes públicos, la democracia, la igualdad entre el hombre y la mujer, el Estado de Bienestar, la libertad individual o los derechos humanos nacieron por generación espontánea. Hemos tardado cientos de años para disfrutar de la actual civilización, como para que ahora una actitud acomplejada y acobardada baje las orejas frente a la amenaza de otras culturas. No se trata de una visión etnocentrista y de pensar que somos la única sociedad posible, ni tan siquiera la mejor en algunos aspectos, pero no se puede renunciar a los principios antes citados. En Europa nadie sacrifica en violentas manifestaciones a decenas de correligionarios por unas viñetas -si hasta la revista cómica de mayor tirada en España tiene a un personaje que es Dios-, ni asesina a cineastas por filmar un documental crítico contra la religión, ni amenaza de muerte a escritores y políticos por salirse de la postura oficial de los prebostes religiosos, ni cuestiona la libertad de prensa, ni considera a las mujeres un Nº 119 Abril 2006 Alberto Cagigas acagigas@castillayleoneconomica.es subproducto del ser humano, ni deja los designios de un país al albur de los fundamentalistas. Occidente se ha convertido en el nuevo Eldorado para millones de personas, engatusadas por las imágenes captadas desde sus bosques de parabólicas que cubren las azoteas donde no tienen ni para comer, pero nunca les falta una tele- y a los que llega una realidad totalmente desvirtuada de nuestra tierra. Integrémosles en nuestra sociedad con la mismas condiciones de trabajo, los mismos derechos y las mismas coberturas sociales, pero también enseñémosles los pilares de Occidente, cómo y por qué hemos llegado hasta aquí. Eso si queda algún inmigrante en nuestra región, quienes, como advierte el informe del CES, empiezan a fugarse a otras zonas. El sur de España no sabe cómo detener la invasión y nosotros, de seguir así, tendremos que ir a buscarles para mantener habitadas las calles de nuestros pueblos. 3

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