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Página 3 del número 111, de agosto de 2005

OPINIÓN Director Alberto Cagigas Directora Comercial Luisa Alcalde Departamento Comercial Juana Daldea Víctor García Diseño Gráfico Marta Higuera Corresponsales Ávila Antonio Mayoral Burgos César Presto León Nuria González Palencia Alberto Abascal Salamanca Elena Cordero Segovia Fernando Aranguren Soria Saturio Ugarte Zamora Óscar Alonso Motor Santiago Garnica Fotografía Ana Rodríguez de la Vega Consejo Editorial Roberto Escudero, Francisco Ledesma, José Andrés Lorenzo, Juan Carlos de Margarida, Victoriano Martín, Olga Ogando, José del Ojo, José Ramón Perán, Carlos Sánchez-Reyes, Antonio de Santiago, José Miguel Useros Edita EDICIONES LA MESETA S.L. C/ Miguel de Unamuno, 96 47008 Valladolid Telf: 983 01 81 81 Fax: 983 01 81 82 Correo electrónico redaccion@castillayleoneconomica.es Suscripciones Telf: 983 01 81 81 Web www.castillayleoneconomica.es Imprime Gráficas Calima Depósito Legal VA-247-1996 ISSN 1136-3096 Apresados en el tiempo ? Aquel verano que llegó cimbreándose desde alguna latitud remota largo tiempo olvidada, soñada acaso por primera vez en el Edén, descubierta de nuevo, como por milagro, entre los dormidos pensamientos de la humanidad?. Efectivamente, llegó el período estival, el único capaz de frenar nuestra acelerada vida y de devolvernos la ilusión, muy efímera, de que nosotros dominanos el tiempo y no al revés. Algunos expertos ya hablan de que en los países más desarrollados del planeta hay ?pobres del tiempo?. Se necesitan muchas horas para mantener un determinado nivel de vida, que cuando más elevado es, más dedicación profesional exige, lo que reduce los minutos destinados al ocio, y en la actual sociedad, ocio es sinónimo de consumo. Ahora, que disfrutamos de las rentas más altas en la historia de nuestro país, nos hemos empobrecido en una divisa tan intangible como el tiempo libre. Y esa pobreza se nota en muchos aspectos, incluso en los actos más cotidianos. No sé ustedes, pero yo sólo leo la prensa, lo que se dice leer el periódico, que es dedicarle como mínimo una hora para degustar despacio tanto las noticias como los artículos de opinión, durante las vacaciones estivales. Para mí es una especie de liturgia: comprar los diarios a primera hora de la mañana, abrir las páginas y sumergirte en la vorágine de la actualidad, pero de forma sosegada y reflexiva, paladeando la información. El resto del año, sólo ojeo los titulares, y poco más. Entonces, como consuelo para restar importancia de lo que ocurre en el mundo, me acuerdo del escritor francés Fontenelle: ?Es ridículo ir subidos en una cosa (la Tierra) que gira y atormentarnos tanto?. De preparar la agenda diaria del trabajo hemos pasado a organizar también nuestro tiempo libre. ¿Cuántas veces no hemos podido quedar con unos amigos durante el fin de semana porque, o bien ellos o bien nosotros, ya teníamos comprometida una comida o un viaje con otros conocidos o con la familia? Se optimizan las horas de ocio como si fueran los recursos de una empresa: hay que sacarles la máxima rentabilidad, ya no se deja nada a la improvisación. Se reserva antes de ir a comer, se compran con antelación las entradas para ir al cine o al teatro y se contratan los viajes muchos días antes de la salida. Y en nuestro afán por maximizar el tiempo, de hacer más cosas, nos deslizamos por los lugares sin enterarnos de nada. Por ejemplo, en esos viajes organizados o en los cruceros, donde en apenas una semana visitas un ramillete de bellas ciudades exóticas y henchidas de historia, que para comprenderlas un poco necesitaríamos tal vez varias vidas; pero sólo disponemos de un par de horas antes de que el guía nos llame la atención por nuestra tardanza. ¿Realmente es más satisfactoria una existencia por acumular viajes, lecturas, relaciones sociales, o sencillamente, por vivir con plenitud una sola experiencia? Tal vez García Márquez nos responda: ?Los adolescentes de mi generación avorazados por la vida olvidaron en cuerpo y alma las ilusiones del porvenir, hasta que la realidad les enseñó que el futuro no era como lo soñaban, y descubrieron la nostalgia?. Se supone que en las sociedades avanzadas, la organización eficaz del trabajo conlleva más horas libres ya que podemos producir la misma cantidad de cosas con menos tiempo gracias a los avances tecnológicos. Sin embargo, muchas personas identifican su ocio o con la caja tonta o, lo que Nº 111 Agosto 2005 Alberto Cagigas acagigas@castillayleoneconomica.es tiene nefastas consecuencias, con el consumo. Y para comprar más productos, hay que tener unos ingresos más elevados, que exigen más horas laborales. Alejo Carpentier reflejó muy bien esta espiral, aunque llevada al extremo al tratarse de un país en vías de desarrollo: ?De los caminos de ese cemento salen, extenuados, hombres y mujeres que vendieron un día más de su tiempo a las empresas nutricias. Vivieron un día más sin vivirlo, y repondrán fuerzas, ahora, para vivir mañana un tiempo que tampoco será vivido, a menos que se fuguen hacia el estrépito de las danzas y el aturdimiento del licor, para hallarse más desamparados aún, más tristes, más fatigados, en el próximo sol?. Este mismo artículo, apreciados lectores, es fruto de la época en la que fue escrito. La inclusión de citas no se debe a un vacuo exhibicionismo literario, sino a que en estos días estivales tuve más minutos para consultar las reflexiones sobre el tiempo escritas por algunos de mis autores favoritos, como la del admirado Lawrence Durrell que encabeza esta página. 3

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